viernes, 15 de abril de 2016

'Y a mí qué me importa que el Partido se reúna'

'Y a mí qué me importa que el Partido se reúna'

Pintadas del PCC en La Habana. (EFE)
A pocas horas de iniciarse el VII Congreso del Partido Comunista los cubanos se sienten apáticos. Aun cuando los medios oficialistas vociferen lo contrario, la gente en la calle sigue en su cotidianeidad sin hacer el más mínimo comentario a no ser que se le pregunte directamente.

"Claro que no vamos a escuchar más nada que el 'gran acontecimiento' que es el Congreso del Partido, si los medios son de ellos". Jorge, plomero de experiencia, dice una verdad de Perogrullo y asegura que nunca ha tenido que ver "con esa gente".
"Cómo vamos a creer en un Congreso que intenta olvidarse de lo más importante que nos han ocurrido a los cubanos en los últimos 50 años", agrega refiriéndose a lo que para él ha sido la visita del presidente estadounidense, Barack Obama.
Pero cómo no habría de interesarle a personas como Jorge lo que suceda en el VII Congreso si de ello pende la vida de todos en la Isla.  ¿Por qué la apatía?
La plaza de Carlos III es uno de los emplazamientos donde el PCC ha desplegado un lumínico de varios metros para recordar a los miles de visitantes que el Congreso está a punto de comenzar.
"¿Y esa pregunta a qué viene?", responde uno de los tantos espectadores que vitorean en el centro comercial un partido de fútbol de la liga española. "¿A mí qué me importa el Congreso del Partido? A mi me interesa que gane el Barça porque aposté. Si el Partido se reúne, ¿qué gano yo?".
Algunas madres vigilan a sus hijos mientras juegan en las máquinas de monedas y ninguna tiene algo que decir ante la pregunta de si cree que el Congreso cambiará en algo sus vidas.
Si alguna es militante, lo niega. "No es el momento para hablar de política", responde una de ellas que parece particularmente cansada.
El resto de los visitantes mira en dirección contraria al cartel, directo a la pantalla del televisor que transmite el fútbol.
"¿Tú ves a esa pila de viejos que no renuncian al Partido, que protestan porque lo único que tienen que hacer es pagar la cotización, pero que tampoco los botan aunque ellos lo pidan? ¿crees que ellos están de acuerdo con todo lo que está pasando?", cuestiona Orlando.
"Los he visto hablando bajito, pero no pueden hacer otra cosa porque es muy duro al cabo de no sé cuántos años decir 'me equivoqué', eso significaría la muerte para ellos. No es fácil para nadie reconocer que se le ha ido la vida en algo que no funcionó nunca", añade.
A Maritza, exprofesora y exmilitante del PCC, no se le puede hablar del tema. "¿Y qué me interesa a mí el Congreso?", pregunta molesta, aunque es de las personas a las que hasta hace muy poco no se le podía hablar mal de Revolución. "Cuando me jodieron mucho les entregué el carné porque, al final, qué cosa es eso sino un pedazo de papel de porquería".
No es la única. Marielena tiene 53 años. Asegura que buena parte de su generación sufre de "amnesia selectiva" o de "hipertensión emotiva" cada vez que se le habla del Partido.
En la Terminal de Ómnibus de la Habana no hay recursos para lumínicos y pareciera que tampoco los hay para carteles de papel.
"Aquí la gente viene a resolver lo suyo —dice un custodio refiriéndose a los pasajes a provincia—, y ya eso está difícil, di tú lo otro, que se sientan alegres por el Congreso del Partido".
Un dependiente fantasea con el tema mientras vende unos panes con jamón con aspecto de viejos: "Sí, cómo no… Lo que necesito es que nos pongan las pantallas que dejaron los roqueros aquellos (Rolling Stones) fuera del teatro donde serán las reuniones y lo retransmitan detalle a detalle para yo verlo sin perderme nada y darme cuenta de cuál es el minuto en el que hablan de algo que me pueda interesar a mí", ironiza, se ríe y sigue pregonando su mercancía.
Llaman para las guaguas de Jatibonico y Pinar del Río, la gente se alborota y nadie responde más que con alguna mueca de desagrado o de extrañeza.
Luisa no se ha perdido ni una misión estelar de la televisión desde que comenzaron a anunciar el acontecimiento. "A veces la pongo como banda sonora mientras termino la comida, pero el jueves, en una de esas, me paro y veo los ademanes del subdirector de Juventud Rebelde, que es delegado, y me ericé porque me pareció un tipo realmente violento, ¿sabes? Cogí miedo".
"Si ellos no quieren darse cuenta de que a nadie le interesa, déjalos. La mejor venganza del pueblo es la indiferencia y esa la estamos ganando", opina Luisa. "Las dos o tres personas que entrevistan en la televisión saben lo que tienen que decir, aunque no les den el papelito; si no, ya saben lo que les puede pasar. Pero después siguen con la misma apatía de antes".
Nelson no ha sido nunca militante porque una vez, en la década de los 90, cuando se lo propusieron, decidió que no quería pertenecer "al partido de los inmorales".
"Eso me costó ser el primero en quedarme excedente cuando empezaron las reducciones de plantillas", asegura.
Otros han entregado sus carnés porque no son "raulistas", o porque se les presentó la oportunidad de tramitar la ciudadanía española y "no entienden por qué los cuestionaron". Ahora definen su estado como de "alivio" y tampoco les interesa lo que suceda en el Congreso del PCC.
Con los militantes se hace difícil hablar. Muchos muestran incomodidad e ira si la pregunta se les hace delante de otras personas, por miedo a una delación o, simplemente, porque aún creen en la política del PCC.
Otros, en un ambiente de mucha confianza, reconocen que la cosa "está mala" para referirse a la escasez, la hipocresía, la violencia y la desesperanza.
Uno de ellos, que pide no ser identificado, sentencia: "¿Cómo no reconocerlo si nuestros hijos quieren irse del país como los hijos de todos los demás; si nosotros pasamos las mismas necesidades que todos los demás? Si en algo no se equivocan las altas esferas es en reconocer que nosotros somos el pueblo también, aunque no todo el pueblo".

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